11.04.2012

Novelando el otoño

Tuvo que pasar toda una estación para volver. Y en esta ocasión me pregunto por qué siempre en la misma, por qué insiste en marcar el paso, como un diapasón de lento recorrido, por qué no se le ocurre aparacer en otra estación. Que conste que a mí también me gusta el otoño, el colorido anaranjado con el que nos deleita la ciudad en cada ricón verde, me gusta el olor de la hoja seca al caer, su sonido al pisar, incluso me siento superior cuando veo esos enormes árboles perder sus vestimentas. Ropa que intentan agarrar largamente en el tiempo pero siempre llega el segundo en el que se les escurre y van a dar al suelo. Pero momentos más tarde ellos muestran sus huesos de manera impúdica y soy yo el que empieza a sentir la desnudez. Siempre en esta estación intento amarrar, atar, sujetar, atenazar mis hojas pero siempre, siempre tengo que renunciar y ver como se delizan por mi cuerpo y adornan la sombra que el escaso sol permite. Ellos ven como sus hojas vuelan y se confunden con las de otros, como se agrupan, como van a dar forma al otoño y, quizá en un futuro, serán utilizadas por el Hombre. Yo veo mis hojas vagar alrededor de mí, sin mezclarse entre ellas ni con otras. Lo qué no sé aún es si en un futuro servirán para el Hombre.

5.30.2012

Movimiento

Movimiento. Un cuerpo, unos brazos,unas manos, unos dedos y palmadas y ligeros toques para dibujar el acompañamiento de unas teclas, unos dedos, unos brazos, un cuerpo y el vaivén del organizado cuerpo alrededor del saxo. Las espectadoras-ninfas jalenado al idolatrado músico. Sobre un ancho suelo verde estaban los cuatro. Pieza en fuga de primavera.

3.05.2012

Cuadro

Presionando el mechero del coche no podía dejar de mirar el brillo especial de la luz de la luna en la señal de stop, era tan potente la luz que le cegaba el camino. Delante sólo el humo del cigarrillo y un cambio de rasante cruzado por unas vías ferroviarias en desuso. Aun así quiso pararse. Aun así quiso apurar el cigarrillo esperando al tren.
Levantó la vista vista e intentó seguir el tendido hasta donde la luz rojiza le permitía distinguir. Sólo el sonido del motor y la armónica del flaco sonaba en aquella recóndita parada. Se sentía libre, el humo le ambientaba el coche y le abría el camino al infierno.