11.04.2012

Novelando el otoño

Tuvo que pasar toda una estación para volver. Y en esta ocasión me pregunto por qué siempre en la misma, por qué insiste en marcar el paso, como un diapasón de lento recorrido, por qué no se le ocurre aparacer en otra estación. Que conste que a mí también me gusta el otoño, el colorido anaranjado con el que nos deleita la ciudad en cada ricón verde, me gusta el olor de la hoja seca al caer, su sonido al pisar, incluso me siento superior cuando veo esos enormes árboles perder sus vestimentas. Ropa que intentan agarrar largamente en el tiempo pero siempre llega el segundo en el que se les escurre y van a dar al suelo. Pero momentos más tarde ellos muestran sus huesos de manera impúdica y soy yo el que empieza a sentir la desnudez. Siempre en esta estación intento amarrar, atar, sujetar, atenazar mis hojas pero siempre, siempre tengo que renunciar y ver como se delizan por mi cuerpo y adornan la sombra que el escaso sol permite. Ellos ven como sus hojas vuelan y se confunden con las de otros, como se agrupan, como van a dar forma al otoño y, quizá en un futuro, serán utilizadas por el Hombre. Yo veo mis hojas vagar alrededor de mí, sin mezclarse entre ellas ni con otras. Lo qué no sé aún es si en un futuro servirán para el Hombre.