Al final no se encontraba tan mal en aquella habitación.
Días antes se había asomado al filo de la navaja, empujado quizá, por la euforia que nos da volver a casa.
A través de la ventana buscaba los rayos de sol que el Año Nuevo traía. Una delgada línea moteada de polvo indicaba el camino a seguir. Cálido camino a una ventana no muy lejana.
Aquellos días trajeron nieve a Europa, quizá un presagio.
Los viajeros iban y venían por el aeropuerto como los compañeros que tuve en la habitación.
No locos, no. Un poco anqustiados por no saber cuando volverán a sus casas.
Incubando unos días que retrasarían su vuelta, se volcaba en no conocer mucho la noche ni el día pero sería inevitable la tentación y la enfermedad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario